Las veinticuatro horas

24-horas

Las veinticuatro horas no parecen ser las mismas.
Las veinticuatro horas no parecen ser suficientes.
He pensado en esto, porque, hay cierto egoísmo de mi parte querer hacer todo esto
en tanto tiempo, o poco tiempo, sinceramente, no lo sé.
Me fue enseñado que era, que era sí tiempo suficiente.
Tiempo suficiente para amar, para vivir, para disfrutar y renacer.
Las personas viven diciendo que todo es fácil, pero también hay aquellas que dicen
que todo es difícil.
¡Qué marasmo, qué atrofia!
Nunca me habitué a medias tintas.
No sé quién está correcto o incorrecto,
me siento culpable por no saber aprovechar mis veinticuatro horas, pero me
pregunto: ¿hay otra manera de hacerlo?
Duermo, me despierto,
me levanto y me acuesto.
Angustiada, pensativa, tranquila y agitada,
pensando y repugnando cada una de mis actitudes, las que tomaré en mis próximas
veinticuatro horas.
Pierdo un largo tiempo descifrando lo que debo priorizar, lo que debo elegir.
Equilibrios y balanzas están fuera de escala para todas mis evaluaciones. Evalúo lo
que puedo dejar o no de hacer.
De ser.
Me atormenta no tener esta respuesta de saber si lo dejo ir, de saber si grito o si
sigo a sonreír.
Todo es tan cansativo, pero a su vez, tan hermoso.
La vida parece una montaña rusa, una rueda gigante, algo acelerado e inconstante.
A cada segundo de mis veinticuatro horas, vivo en la esperanza de poder tener un
segundo, minuto, día más.
Nunca sé si será suficiente, pero intento, a cada veinticuatro horas,
hacer lo mejor que puedo, aprovechar cuanto puedo, desarrollarme lo cuanto nunca
imaginé que podría.
Es tanto, y parece que desangra
por medio de mis dedos,
como un polvo suelto en un día ventoso,
la sensación de control.
Yo no puedo, me sofoco, me sofoco por no poder controlar las cosas,
no controlar nada, nada.
Literalmente, nada.
Esa comparación fomentada por quien lo disfruta más, hace más, es más,
corroe tanto que me golpea en niveles de los cuales nunca pensé que un día
podrían corroer.
Yo solo quería parar el tiempo,
hacer todo en mi
propio
tiempo.
Que las cosas saliesen en el tiempo que yo quiero, que yo deseo,
pero no puedo, no puedo más ver las cosas saliendo en el tiempo que
yo
no
quiero.
Y me siento muy contenta, al mismo tiempo, en medio de estas fantasías, de poder
escoger con quién quiero estar, hacer lo que quiero hacer y poder ser quien quiero
ser.
Pero entre las líneas del ser o de no serlo,
me siento perdida, en la vasta extensión
de todo lo que está por suceder.

Luísa Fonseca Sant’Ana Estudante do Curso Técnico de Mecânica Fundação Liberato

Luísa Fonseca Sant’Ana
Estudante do Curso Técnico de Mecânica
Fundação Liberato

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